El saber cómo y cuándo surgió la vida, el porqué hay tantos y tan variados organismos, son preguntas que se ha hecho el hombre desde tiempos ancestrales y a lo largo de los siglos ha tratado de darles respuestas primero por medio de la religión y la filosofía, y más tarde a través de la ciencia.
Las primeras culturas trataron de entender la naturaleza a partir de sus concepciones religiosas, y creyeron que sólo la acción de uno o varios seres superiores pudieron crear a todos los seres vivos que se conocen. Ejemplo de ello son las mitologías como la egipcia o la griega, y tradiciones religiosas como la judeocristiana. Estas explicaciones comparten la idea central de que los seres vivos fueron creados por dioses y que se mantienen tal y como éstos los concibieron. A estas teorías se les denomina creacionistas.
Tuvo que pasar mucho tiempo para que las creencias sobre la génesis divina del universo y de los seres vivos dieran paso a las explicaciones científicas.
Hasta finales del siglo XVIII y principios del XIX empezaron a desarrollarse teorías basadas en fundamentos racionales que planteaban la transformación de las especies y el origen natural de todos los seres vivos. A estas teorías se les conoce como evolucionistas.
Aunque la idea de la evolución ya tenía precedentes, fue hasta la publicación de la obra El origen de las especies del naturalista británico Charles Darwin, que se estableció definitivamente.
La evolución es el gran principio unificador de la Biología, sin ella no es posible entender las propiedades distintivas de los organismos, sus adaptaciones y las relaciones de mayor o menor proximidad que existen entre las distintas especies.